martes, 10 de julio de 2012

se ha perdido la amabilidad



Se ha perdido la amabilidad.

     En casa  ya nadie es amable, nada se pide por favor, todo se dice a gritos, las cosas se tiran, nadie te ofrece algo de buen modo, todo es a base de ´´si quieres, si tienes ganas, quítate, vete, etc. actuamos como si fuéramos ´´cheros ´´ como si en casa viviéramos solo desconocidos o como dije cheros, y como se sabe que entre cheros todo es vacíl queremos hacer lo mismo entre familia y no nos acordamos de ser amables con mi hermano, con papa, con mama, ya no se escucha un ´´te sientes bien o quieres una pastilla o mira te puedo ayudar´´ esto se ha acabado.


Ser atento es una excentricidad, un rasgo que incluso debilita en un entorno cada vez más competitivo. Los expertos lo confirman con espanto: vivimos el fin de la amabilidad.


a    Aquí  vemos un claro ejemplo  de nuestra falta de amabilidad.  Observamos al hombre gritando por el tel.

Papa vive desesperado por sus documentos de el trabajo, grita porque en la mañana no encuentra la corbata, que su camisa está mal planchada, que sus calcetines no están donde deberían de estar, que no encuentra las llaves del carro, que quítense de mi camino porque se me hizo tarde. En fin nadie es amable en casa.

Todos vivimos en nuestro propio mundo, vivimos como queremos y actuamos como se nos da la gana salimos cuando queremos y llegamos a la hora que queremos si mama nos pregunta a donde fuimos o a donde vamos, no tenemos la amabilidad de contestar de buen modo si no que buscamos un pretexto, o reclamamos a mama que todo quiere saber ya se nos ha acabado la amabilidad de contestar de buena manera.
Pero fuera de casa también se nos olvida ser amable con la señorita, con la anciana o la señora embarazada que se subió al bus de regalarle el asiento, donde nosotros vamos. Por que somos creídos y se nos olvidó ser amables y tener un poco de cortesía.

  













o  Otra persona  gritando  con el tel.


    Apesar de que la amabilidad y la buena educación no son sinónimas, la línea que separa ambos conceptos es tan delgada que descuidar nuestros modales nos ha hecho ser menos amables. «Estábamos tan desesperados por liberarnos de ciertas obligaciones que imponía la educación férrea y disciplinaria que imperaba hace 40 años, que quizá nos hemos pasado de frenada», señala Carmen Cuadrado, autora del libro Las buenas maneras contadas con sencillez.


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